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De Pantallas y Ventanas

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Proyecto: Bienvenido

Este proyecto es el resultado de una necesidad de conocerme a mi mismo, de cerrar algunas heridas, y abrir otras, de revivir algunas memorias para olvidar otras, de entender la dualidad del mundo que me rodea, de encontrar el punto en el qué estas dualidades se interceptan y crean algo nuevo. Este proyecto es la respuesta a dos preguntas qué me quitan el sueño; una qué me he estado haciendo cada día por los últimos 5 años ¿Cuál es mi interés artístico?, una qué me he hecho desde qué tengo memoria ¿Qué putas hago aquí? y una qué me he hecho durante este último año ¿Por qué soy así?

Infancia

Yo, a la tierna edad de 4 años, a inicios de 2003, jugando día y noche con mi hermano menor Jonathan al Donkey Kong Country, emulado en una X-Box clásica porque no teníamos una Nintendo. Rechazando las invitaciones de los niños del conjunto para jugar futbol.

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Las pantallas habían llegado recién a mi vida, para ofrecerme una forma de entretenimiento qué me alejaba de la vida de afuera de las ventanas, vida a la qué empecé a ser indiferente. Comía pensando en cómo superar el nivel en el qué me encontraba, fantaseaba con la sensación de un joystick entre mis manos en horas de clase, soñaba con la música de 16 bits característica del mundo del gorila de Nintendo. Despertaba temprano a mi hermano para tenderle el control, y le pedía qué se quedara hasta tarde jugando conmigo con la intensión de avanzar lo máximo posible en nuestra aventura. Eran tiempos sencillos, legítimamente felices.

Yo, con casi 6 años, a mediados de 2005, Madrugando un sábado en casa de mis abuelos para ver Los Cuentos de los Hermanos Grimm por Caracol, sentado al lado de mi abuela Carmen tomándose un café mientras empezaba su novela. Ignorando los peligros mundanos de andar en bicicleta y de hablar con borrachos.

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Las pantallas fueron una forma de duelo tras la perdida de mi hermanito, eran momentos de efímera felicidad qué me enseñaron a apreciar el aislamiento. Por otra parte, la vista a través de las ventanas, se volvía cada vez menos llamativa para mi, no más qué ruidos sin importancia, y colores a los qué mi vista se había desacostumbrado, salir al explorar ese mundo no me generaba ni de lejos la curiosidad qué los diversos mundos de entre las pantallas lograban.

Yo, aproximadamente 8 años después de haber nacido, a finales de 2007, viendo Saint Seiya (o Los Caballeros del Zodiaco) por alguna página de anime ilegal para verla en su idioma original, con el objetivo de aprender a dibujar sus personajes tan bien cómo lo hacía mi hermano Christiam. Todo en una típica noche del barrio Verbenal, arrullada por los típicos ruidos del caos y las sirenas de policía.

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Para este punto, las pantallas Cumplían el papel de protectoras, estaba creciendo cómo un niño aterrado de su entorno, asustado de eso qué estaba más allá de la ventana, del peligro qué significaba vivir en un barrio en el que los robos y asesinatos eran casi qué comunes. En esos momentos de intranquilidad, encontraba la calma en el dibujo, y en las melodías del gran repertorio de temas musicales de las series animadas del país del Sol Naciente.

Adolescencia

Yo, pocos días después de cumplir los 12 años, finalizando las vacaciones de mitad del año escolar de 2011, jugando Super Smash Bros Brawl en la Wii junto a mis amigos Jean, Diego, Camilo, Eric, Hans y Johan. Tratando de mantenerme entre los mejores 2 combatientes de cada partida para no tener qué pasar el control cuando nos reuníamos mas de 4. De las últimas veces qué pude disfrutar de un multijugador a pantalla partida antes de qué el online predominara, de las últimas veces qué me vi con algunos de ellos, pues los caminos de todos tenían distintas direcciones.

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La función de las pantallas para ese entonces, se había transformado en una suerte de vinculo con sujetos qué se asomaban desde el territorio mas allá de las ventanas, la palabra amigo se hizo presente en mi vida y notaba cómo paulatinamente estos individuos empezaban a influenciarme y creaban en mi una nuevo y extraño interés por las experiencias qué las ventanas prometían y a las qué no les había dado una oportunidad

Yo, pasados los 15 años de vida, una noche de 2015 viendo El Castillo Ambulante del Estudio Ghibli en compañía Susana (el amor de mi vida) en una de nuestras primeras celebraciones con motivo de nuestra relación, y una sorpresa qué se dedicó a preparar con bastante antelación, consiguiendo la película en DVD con su idioma original (japonés). Una muestra de cariño qué por simple qué parezca, fue titánica para mi. Este fue el inicio de una relación qué me terminó de demostrar que ese mundo qué en mi niñez se había vuelto aterrador, era solo una cara que desafortunadamente conocí primero, pero que valía la pena enfrentar para ser testigo de lo qué ofrecía la cara más amable del tan misterioso exterior.

Ya las pantallas no eran un agente ajeno a las ventanas, ambos mundos se habían mezclado finalmente después de chocar múltiples veces . La vista del otro lado de la ventana se había vuelto tan acogedora cómo la qué veía dentro de las pantallas, las aventuras nunca terminaban, estuviera o no en mi habitación. Ambos universos tenían siempre algo qué enseñarme, algún espacio, concepto o sujeto nuevo por explorar y conocer. Ya no buscaba excusas para faltar al colegio, y en lugar de estar siempre pendiente de los peligros, comencé a tener en cuenta las oportunidades, y para mi sorpresa, la forma con la qué empecé a desenvolverme en el entorno social con mis iguales, fue exitosa, me sentía cómo parte de un grupo, ya no tenía afán por volver a mi casa, en cambio buscaba estar mas tiempo junto a mis nuevos amigos, palabra qué ya no era exclusiva de aquellos qué compartían mis hobbies, sino qué aplicaba a todo aquel con el qué pudiera pasar un buen rato. Y todo eso gracias a la intervención de la chica a la qué antes solo observaba tímidamente por los pasillos. No sé ni cómo pasó, pero me alegra qué pasara.

Madurez

Yo, con una presunta crisis de mediana edad con tan solo 21 años (probablemente resultado del problemático proceso de creación qué desarrollé), en diciembre del 2020, ajustando los detalles finales de mi proyecto de grado a menos de una semana de mi deadline (Viviendo al límite cómo siempre), con el apoyo moral de mis padres y de mi hermanita Antonella. Ha sido un largo proceso, pero los resultados eran satisfactorios, sin embargo, eso no me quitaba el cansancio físico, mucho menos el mental, y ni hablar del emocional. Mientras desarrollaba este proyecto, pasaban muchas cosas en paralelo a mi vida, la mayoría no muy positivas, realmente, por más estrés qué me generó la palabra tesis por los últimos 2 años, agradecía esos momentos en los qué me sentaba a dibujar, era una especie de tratamiento curativo, el solo concentrarme en las imágenes qué estaba creando, tratando de generar sensaciones y atmosferas. Eso me mantenía distraído del resto de problemas 

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Finalmente viendo el resultado a la hora de escribir esto, puedo decir qué este proyecto no ha llegado a su fin, pues, mi proyecto soy yo mismo, y aunque durante el proceso aprendí mucho sobre mi, y me encontré como artista, aún no soy capaz de responder con un 100% de convencimiento a las 3 preguntas de las qué hablé anteriormente. Las pantallas y las ventanas me seguirán acompañando en la búsqueda de estas respuestas, pues entiendo qué ambos conceptos me han fascinado desde siempre y han generado una cantidad de dualidades en mi ser qué aun no termino de comprender pero qué pacientemente seguiré explorando hasta lograrlo. por ahora, este es el final de este largo capitulo, y el inicio de uno qué espero dure el doble.

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